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Sobre Cómo El Amparo Contra Resoluciones Judiciales Debilita El Rol de La Corte Suprema en El Perú

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Sobre como el amparo contra resoluciones judiciales

debilita el rol de la Corte Suprema en el Perú

Giovanni F. Priori Posada

SUMARIO: 1. Algunos datos históricos. 2. El régimen de la corte suprema en la Constitución


de 1993. 3. Casación y amparo contra resoluciones judiciales.

1. ALGUNOS DATOS HISTÓRICOS

E n 1543 el Rey Carlos I de España creó la Real Audiencia de Lima, asumiendo


competencia sobre los territorios sometidos inicialmente a la Audiencia de Pa-
namá1. Esta Real Audiencia, de gran importancia, por los asuntos que conocía y por
el territorio que abarcaba se mantuvo vigente hasta el nacimiento de la República.
El 12 de febrero de 1821 el General don José de San Martín dictó el Estatuto
Provisional de Huaura para regir las partes del territorio que estaban bajo el
dominio del ejército libertador. Se estableció en él un régimen de justicia que
podríamos denominar transitorio en virtud a que se venía llevando a cabo para
ese momento la guerra de independencia. En él se creó la Cámara de Apelaciones
en el departamento de Trujillo, que se convirtió en la primera Corte Superior de
la República. El hecho que para ese entonces el Perú se encontrara todavía bajo
el dominio español en gran parte del territorio impedía que se pudiera establecer
un órgano que sustituyera por completo a la Real Audiencia de Lima, es decir, un
órgano jurisdiccional de competencia nacional. Hubo que esperar la Declaración
de Independencia producida en julio de 1821, para establecer un órgano jurisdic-
cional de competencia nacional. Y así se hizo mediante Decreto Protectoral del 4


1
GÁLVEZ, José Francisco, Del Palacio Virreinal al Palacio de Justicia. Encuentro del derecho y la
justicia, en Poder Judicial. Historia del Palacio Nacional de Justicia. Dos perspectivas. Fondo Editorial
del Poder Judicial: Lima, 2008, pp. 209.
192 Giovanni Priori Posada

de agosto de 1821, a través del cual se creó la Alta Cámara de Justicia, cuya labor
comenzó el 7 de agosto de 1821 en Lima2.
Pocos meses después don José de San Martín dictó el Estatuto Provisional del
8 de octubre de 18213. En él, el general San Martín señaló que a pesar de ostentar
la condición de Protector del Perú, “(…) me abstendré de mezclarme jamás en el
solemne ejercicio de las funciones judiciarias, porque su independencia es la única
y verdadera salvaguardia de la libertad del pueblo; y nada importa que se osten-
ten máximas exquisitamente filantrópicas cuando el que hace la ley o la ejecuta,
es también el que la aplica”. Es por ello que en la sección sétima instituyó la Alta
Cámara de Justicia, correspondiéndole las mismas funciones que las Audiencias,
y dándosele algunas adicionales, como la del Tribunal de Minería.
Fue la Constitución de 1823, la que en su artículo 98 señaló: “Habrá una Su-
prema Corte de Justicia que residirá en la capital de la República, compuesta por
un Presidente, ocho Vocales, y dos Fiscales, divididos en las Salas convenientes”.
Al momento de establecer sus funciones, el artículo 100 estableció, entre otras4,
la de conocer los recursos de nulidad que se interpongan contra las sentencias de
segunda instancia dictadas por las Cortes Superiores. Esa atribución se encuentra
explícitamente reconocida también en las Constituciones de 1826, 1828, 1834 (con
la particularidad, en este caso, que no se hacía explícita referencia al recurso de
nulidad, sino mas bien a “los recursos que establezca la ley”), 1839 (señalándose
en este caso que conocía de los “recursos de nulidad o de los que establezca la
ley”). Luego esta atribución desaparece en la de 1856 y no vuelve a aparecer en
ninguna de las siguientes Constituciones, sino hasta la de 1979, cuyo artículo 241

2
SAN MARTIN CASTRO, César, La Corte Suprema: Historia y perspectivas, discurso por el día del
Juez del 4 de agosto de 2009.
http://www.pj.gob.pe/wps/wcm/connect/b04f2b804cc4290fb056bb1ce115cb25/Historia+y+P
erspectiva+de+la+Corte+Suprema.pdf?MOD=AJPERES.
3
SAN MARTIN CASTRO, César, La Corte Suprema: Historia y perspectivas, discurso por el día del
Juez del 4 de agosto de 2009.
http://www.pj.gob.pe/wps/wcm/connect/b04f2b804cc4290fb056bb1ce115cb25/Historia+y+P
erspectiva+de+la+Corte+Suprema.pdf?MOD=AJPERES.
4
Artículo 100º.- Corresponde a la Suprema Corte: 1.- Dirimir todas las competencias que entre sí
tuvieren las Cortes Superiores, y las de éstas con los demás Tribunales de la República. 2.- Hacer
efectiva la responsabilidad del magistrado que ejerciere el Poder Ejecutivo, y de los Ministros de
Estado, cuando el Senado decretare haber lugar a formación de causa. 3.- Conocer de las causas
criminales de los Ministros de Estado, y hacer efectiva la responsabilidad de las Cortes Superiores.
4.- Conocer de todas las causas criminales que se promovieren contra los individuos de su seno. Y
si fuere necesario hacer efectiva la responsabilidad de toda ella, nombrará el Congreso un tribunal
de nueve Jueces, sacados por suerte de un número doble que elegirá a pluralidad absoluta. 5.-
Conocer en tercera instancia de la residencia de todo empleado público que esté sujeto a ello por
disposición de las leyes. 6.- Conocer de los recursos de nulidad que se interpongan contra las
sentencias dadas en última instancia por las Cortes Superiores, para el efecto de reponer y devolver.
7.- Oír dudas de los demás Tribunales y Juzgados sobre la inteligencia de alguna ley, y consultar
sobre ella fundadamente al Poder Legislativo. 8.- Conocer de las causas concernientes a los negocios
diplomáticos y de los contenciosos entre los Ministros, Cónsules, o Agentes Diplomáticos”.
el amparo contra resoluciones judiciales debilita el rol de la Corte Suprema en el Perú 193

señala: “Corresponde a la Corte Suprema fallar en ultima instancia o en casación


los asuntos que la ley señala”.
Asimismo, la Constitución de 1823 le atribuía a la Corte Suprema una función
de particular relevancia para los temas que estamos discutiendo en este seminario:
“Oír dudas de los demás Tribunales y Juzgados sobre la inteligencia de alguna
ley, y consultar sobre ella fundadamente al Poder Legislativo”. Oía las dudas pero
no podía absolverlas, le correspondía consultárselas al Parlamento, esta expresión
era una clara muestra del principio de separación de poderes (comprendido de
manera absoluta) y de la sumisión del Poder Judicial al Legislativo, que a su vez
expresaban la influencia de las ideas de la Revolución Francesa en el movimiento
independentista que se produjo en el Perú en la primera parte del siglo XIX. Esta
atribución se mantuvo en las Constituciones de 1826 (la que además disponía
que “Los Tribunales y Juzgados no ejercen otras funciones que la de aplicar leyes
existentes”), 1828, 1834, 1839 y desaparece en la de 1856. Por el contrario, en la
Constitución de 1979 se incorporó el control difuso de la constitucionalidad de
las leyes, en el artículo 236 que disponía: “En caso de incompatibilidad entre una
norma constitucional y una legal ordinaria, el Juez prefiere la primera. Igualmente,
prefiere la norma legal sobre toda otra norma subalterna”.
La Constitución de 1979 supuso entonces una concepción de Poder Judicial
absolutamente diferente a aquella que las constituciones históricas habían venido
teniendo, puesto que antes que ser visto como un poder del estado sometido al
Legislativo, supuso una visión del poder judicial como auténtico garante de la
constitucionalidad del sistema, pues a él no solo se le confiaba el control difuso de
constitucionalidad, sino también la protección de los derechos fundamentales a
través de los procesos de hábeas corpus y amparo, en sus dos primeras instancias.
También le reconocía al Poder Judicial competencia para hacer control abstracto
de constitucionalidad de normas de rango inferior a la ley, así como la función de
hacer control de constitucionalidad de los actos de la administración de alcance
particular a través del proceso contencioso administrativo. En algunas, curiosa-
mente en la minoría, de esas tareas, las funciones las comparte con el Tribunal
Constitucional, a quien le corresponde en exclusiva el control de constitucionalidad
de normas con rango de ley y “en casación” el conocimiento de los procesos de
hábeas corpus y amparo.

2. EL RÉGIMEN DE LA CORTE SUPREMA EN LA CONSTITUCIÓN DE 1993


La Constitución de 1993 establece que la potestad jurisdiccional (llamada por
la Constitución función de “administrar justicia”) emana del pueblo y se ejerce por
el Poder Judicial a través de sus diversos órganos, con arreglo a la Constitución
y las leyes. El hecho de adecuar el ejercicio de su función a la Constitución y al
establecer en su artículo 51 que la Constitución es la norma Suprema del Estado
lleva a la inmediata consecuencia de reconocer en su artículo 138 el control difuso
de la constitucionalidad de las normas como potestad de cualquier Juez.
194 Giovanni Priori Posada

En su artículo 141 la Constitución señala de modo expreso que “Corresponde a


la Corte Suprema fallar en casación o en última instancia, cuando la acción se inicia
en una Corte Superior o ante la propia Corte Suprema conforme a ley”. Es decir, la
Constitución de 1993 concibe a la Corte Suprema como una corte de casación, pues
ese mismo artículo 141 señala también que la Corte Suprema conoce en casación
las resoluciones expedidas por el Tribunal Militar, cuando se imponga la pena de
muerte. Su actuación como instancia está limitada a los casos excepcionales en los
que el proceso se inicia ante la Corte superior o la Corte Suprema. De este modo,
aparentemente la Constitución de 1993 apostó por una más clara comprensión
de cuál debiera ser el rol de la Corte Suprema, en comparación con aquello que
había hecho la Constitución de 1979, que dejó en el legislador la determinación
del papel que debiera cumplir la Corte Suprema.
No podemos olvidar que el rol de la Corte Suprema de Justicia fue uno de
los asuntos de mayor importancia en el debate constitucional de 1993, dado que
uno de los proyectos de Constitución presentados por la mayoría de aquel en-
tonces suponía la supresión del entonces Tribunal de Garantías Constitucionales
y por ende, ello suponía conferirle las funciones propias de dicho Tribunal a la
Sala Constitucional de la Corte Suprema. Este asunto generó entre los entonces
constituyentes diversas discusiones sobre el rol que le debería corresponder a la
Corte Suprema. Se decía que de aceptarse la propuesta de eliminar al entonces
Tribunal de Garantías Constitucionales, el Poder Judicial sería el “administrador
y controlador a la vez”5.
Asimismo se sugirió que el Tribunal Constitucional sea considerado en el
ordenamiento peruano “el supremo intérprete de la Constitución”6. Curiosamente
los problemas que esta frase pudieran haber causado en el ámbito de la relación
de diversas instituciones públicas fue planteado en el debate constituyente solo
en función de la relación con el Congreso de la República, mas no con relación
al Poder Judicial, así se decía, por ejemplo que: “Esa frase a algunos les pudiera
parecer un tanto exagerada porque puede pensarse que el verdadero intérprete
de la Constitución es el Congreso que da la Constitución; pues ocurre que en la
práctica diaria el Congreso, conforme va dando leyes correlativas y sobre los
mismos temas, siempre está interpretando la Constitución”7.
El deseo de que el Congreso sea considerado el mayor poder del Estado, se ve
con mayor claridad en la intervención de Chávez Cossío: “Por último, en lo que
se refiere a la preocupación del doctor Chirinos Soto sobre el poder que se estaría
dando a esta Sala o al Tribunal de Garantías Constitucionales, considero que esa


5
Intervención del constituyente Velásquez González en la sesión del 26 de julio de 1993, en la que se
debatió el Proyecto sobre el Poder Judicial. En: http://www4.congreso.gob.pe/dgp/constitucion/
constitucion1993.htm
6
Intervención del constituyente Ferrero Costa en la sesión del 12 de agosto de 1993. En: http://
www4.congreso.gob.pe/dgp/constitucion/constitucion1993.htm
7
Intervención del constituyente Ferrero Costa en la sesión del 12 de agosto de 1993. En: http://
www4.congreso.gob.pe/dgp/constitucion/constitucion1993.htm
el amparo contra resoluciones judiciales debilita el rol de la Corte Suprema en el Perú 195

preocupación no es del todo correcta por cuanto siempre, aun cuando se diga que
el Tribunal o la Sala Constitucional es el supremo árbitro de la constitucionalidad
de las normas o el supremo intérprete de la Constitución, siempre el Congreso
va a estar por encima de esa decisión. Imaginemos el caso de que el Tribunal o la
Sala Constitucional resolvieran que la Constitución quiere decir tal cosa y resulte
que a entender de los congresistas ése no es el sentido de la Constitución, pues
lo que hará el Congreso será, vía los mecanismos de reforma constitucional, en
el año siguiente, precisar el texto constitucional con el sentido que realmente el
Congreso considera debe darse a esa norma constitucional”8. Felizmente frente
a esta tesis primó la sensatez, pues el constituyente Fernández Arce, señaló: “De
tal manera que, desde ese punto de vista, yo no me escandalizo con que sea un
intérprete auténtico, uno que va a dilucidar incluso controversias cuando los po-
deres dados por él, concretamente el Poder Legislativo, dé una ley que pueda ser
anticonstitucional; o, por ejemplo, el Poder Judicial, que pueda dar normas que
vayan contra la Constitución, normas que sean irregulares”9.
La conclusión de todos esos debates fue la de una consideración multifacé-
tica de la Corte Suprema: (i) un tribunal de casación en la justicia ordinaria; (2)
un tribunal de casación en los casos de pena de muerte dictada por tribunales
militares; (3) un tribunal de segunda instancia en los casos en los que los proceso
comenzaran en la corte superior; (4) un tribunal de segunda instancia en los casos
de control de constitucionalidad abstracto de normas de rango inferior a la ley, y,
(5) como cualquier juez, un tribunal que podía aplicar control difuso de constitu-
cionalidad de cualquier norma en cualquier caso. Esta concepción de una Corte
Suprema multifacética es el origen de muchos de los problemas que ha tenido la
Corte Suprema en el ejercicio de sus funciones y en la delimitación de competencias
frente a un siempre hambriento Tribunal Constitucional.
Revisando las actas de los debates del Congreso Constituyente Democrá-
tico parece que la concepción de la Corte Suprema como tribunal de casación
resultaba pacífico para los constituyentes. Sin embargo, no creo que haya habido
mayor claridad acerca de que es lo que ello efectivamente significaba, pues en su
intervención en el Congreso Constituyente Democrático, el doctor César Fernán-
dez Arce, al momento de justificar la inclusión de esta disposición, señalaba: “La
casación tiene por objeto ver no el fondo, sino si el procedimiento es adecuado a
las normas legales, a las normas constitucionales”10. Por su parte, el congresista
Chirinos Soto señalaba que: “Cuando yo voy a la Corte Suprema, voy para que
la Corte Suprema decida en casación si le parece o decida el fondo. Si decide en
casación, devuelve el expediente para que se corrijan los vicios de procedimientos;

8
Intervención de la constituyente Chávez Cossio en la sesión del 12 de agosto de 1993. En: http://
www4.congreso.gob.pe/dgp/constitucion/constitucion1993.htm
9
Intervención del constituyente Fernández Arce en la sesión del 12 de agosto de 1993. En: http://
www4.congreso.gob.pe/dgp/constitucion/constitucion1993.htm
10
TORRES Y TORRES LARA, Carlos, El centro del debate constitucional en 1993. Fondo Editorial del
Congreso del Perú: Lima, 2000, tomo II, pp. 456.
196 Giovanni Priori Posada

pero si no hay vicios de procedimiento, conoce el fondo”11. Es necesario recordar


también que casi de modo simultáneo se venía trabajando en el Perú el Código
Procesal Civil, cuerpo normativo que incorporó en la historia jurídica del Perú el
recurso de casación. Esto no resolvió el problema. Fuera de algunos problemas
en la regulación que tuvo el Perú y de una Corte Suprema históricamente acos-
tumbrada a actuar como órgano de instancia, había una cuestión sustancial: no
era la Corte Suprema, sino solo unas salas de ellas las que actuarían en casación.
Para las demás materias, seguía actuando como órgano de instancia. Una Corte
Suprema dividida en salas no hace sino debilitar a la Corte Suprema. Si esas salas
tienen similares competencias (dos salas civiles, dos penales y dos constitucionales
y sociales) esa debilidad es aun mayor. Y si todavía, al ejercer sus competencias,
las diversas Salas expiden pronunciamientos contradictorios, la debilidad se
convierte en deslegitimación, en una pérdida del rumbo del más alto tribunal de
justicia de la República y en un apartamiento de la función que debe cumplir la
Corte Suprema por mandato constitucional.
Esta concepción multifacética que tiene nuestra Constitución sobre la Corte
Suprema es además compleja por su convivencia con el Tribunal Constitucional,
a quien se le asigna el rol de ser el que conoce en última y definitiva instancia las
impugnaciones contra las sentencias que rechazan las demandas de hábeas corpus,
amparo, hábeas data y cumplimiento. Al conferírselas al Tribunal Constitucional,
se le quitaban a la Corte Suprema, eso estaba muy claro desde el debate consti-
tuyente. Otra vez el constituyente Fernández Arce, nos da luces sobre este tema:
“Entonces, quiero ser muy preciso en este punto. Creo que no hay claridad en la
exposición del doctor Chirinos cuando observa la declaración. Efectivamente, la
Corte Suprema casa, pero los asuntos ordinarios, no en estos asuntos de hábeas
corpus y recurso de amparo, porque en estos casos solamente podrá conocer el
Tribunal de Garantías Constitucionales, como organismo aparte, en los casos en
que haya denegatoria de recurso de amparo y recurso de hábeas corpus”12.
Pero había otra cosa más. Al Tribunal Constitucional se le otorgaba competen-
cia para controlar la constitucionalidad de los fallos de la Corte Suprema. Esto no
solo se extrae del debate de los constituyentes, sino que en dicho debate esto aparece
como el elemento central que se esboza como fundamento para darle existencia
a un tribunal autónomo del poder judicial para el control de constitucionalidad.
Nuevamente nuestro querido profesor y constituyente Fernández Arce nos da
luces sobre esto: “Estoy convencido de que tiene que ser un organismo separado
del Poder Judicial, porque esto requiere una especialidad y una independencia
muy especiales. En segundo lugar, ¿qué sucedería si este Tribunal fuera parte de
la Corte Suprema una Sala Constitucional y tuviera que revisar en casación reso-

11
Intervención del constituyente Chirinos Soto el 12 de agosto de 1993. En: http://www4.congreso.
gob.pe/dgp/constitucion/constitucion1993.htm
12
Intervención del constituyente Fernández Arce en la sesión del 12 de agosto de 1993. En: http://
www4.congreso.gob.pe/dgp/constitucion/constitucion1993.htm
el amparo contra resoluciones judiciales debilita el rol de la Corte Suprema en el Perú 197

luciones judiciales? ¿Contaría con la independencia necesaria para poder casar


las resoluciones judiciales expedidas por otras salas de la Corte Suprema? Yo,
sinceramente, creo que no”13. Luego agrega: “Efectivamente, en estos casos, creo
que una sala constitucional que viera estos asuntos difícilmente podría ver con la
independencia del caso; casar con dicha independencia resoluciones irregulares de
la misma Corte Suprema. De tal manera que creo que en esto hay un aporte muy
positivo y estoy convencido, como muy pocas veces, porque soy gente que dubita
mucho antes de tomar posiciones, que esto es saludable; y también porque casi
todos los constitucionalistas con los que he conversado piensan que es saludable
el establecimiento de un Tribunal de Garantías Constitucionales independiente”14.
En el mismo sentido anota el constituyente Velásquez González: “Si nosotros
analizamos todos los recursos de amparo que se han presentado por los ciudadanos
ilustres de nuestro país, han sido precisamente contra las resoluciones judiciales;
más del sesenta por ciento de la documentación que obra en el Poder Judicial son
recursos de amparo contra resoluciones judiciales. Entonces, mal podría el Poder
Judicial ser juez y parte en este asunto”15.
La posibilidad de controlar la constitucionalidad de fallos judiciales a través
del proceso de amparo fue lo que terminó justificando la existencia del Tribunal
Constitucional. Ello ha supuesto en la práctica la imposibilidad de que la Corte
Suprema cumpla su rol de Tribunal de Casación.

3. CASACIÓN Y AMPARO CONTRA RESOLUCIONES JUDICIALES


El recurso de casación fue establecido en nuestro Código Procesal Civil en
1993. La versión original del artículo 384 del Código Procesal Civil establecía que
este recurso tenía como fines la “correcta aplicación e interpretación del derecho obje-
tivo y la unificación de la jurisprudencia nacional por la Corte Suprema de Justicia”. El
mecanismo para poder establecer la unificación de la jurisprudencia fue tan bien
intencionado como de difícil aplicación práctica: el pleno casatorio. El artículo 400
de la versión original del Código Procesal Civil16 establecía la necesidad de que
todos los jueces de la Corte Suprema se reunieran con la finalidad de establecer

13
Intervención del constituyente Fernández Arce en la sesión del 12 de agosto de 1993. En: http://
www4.congreso.gob.pe/dgp/constitucion/constitucion1993.htm
14
Intervención del constituyente Fernández Arce en la sesión del 12 de agosto de 1993. En: http://
www4.congreso.gob.pe/dgp/constitucion/constitucion1993.htm
15
Intervención del constituyente Velásquez González en la sesión del 12 de agosto de 1993. En:
http://www4.congreso.gob.pe/dgp/constitucion/constitucion1993.htm
16
“Artículo  400.- Cuando una de las Salas lo solicite, en atención a la naturaleza de la decisión a
tomar en un caso concreto, se reunirán los vocales en Sala Plena para discutirlo y resolverlo.

La decisión que se tome en mayoría absoluta de los asistentes al Pleno constituye doctrina
jurisprudencial y vincula a los órganos jurisdiccionales del Estado, hasta que sea modificada por
otro pleno casatorio.

Si los Abogados hubieran informado oralmente a la vista de la causa, serán citados para el pleno
casatorio.
198 Giovanni Priori Posada

su decisión sobre un caso. En una Corte Suprema tradicionalmente dividida en


Salas de especialidad esto parecía conveniente, pues aparecía como un medio de
lograr, al menos para estas trascendentales decisiones, una unicidad artificial de
la Corte Suprema. Pero estas buenas intenciones se toparon con la tradición. Hubo
que esperar casi 15 años para que tuviéramos el primer pleno casatorio17. Al día
de hoy tenemos 6 plenos casatorios. De este modo, nuestra Corte Suprema tardó
15 años para dictar el primer pleno casatorio, y en los siguientes 6 años (el último
fue en el 2014) hemos tenido en promedio uno por año18.
La situación contrasta fuertemente con aquello que ocurrió con el Tribunal
Constitucional. El 1 de diciembre de 2004 entró en vigencia el Código Procesal
Constitucional. Su artículo VII establecía la posibilidad de que parte de las sen-
tencias expedidas por el Tribunal Constitucional que adquirieran la calidad de
cosa juzgada constituyan precedentes vinculantes, cuando así se estableciera en
las sentencias19. No hubo que esperar ni un mes para que se diera el primer pre-
cedente vinculante. Se dictó el 29 de diciembre de 2004 (Exp. No. 3771-2004-HC)
y fue respecto de un tema de trascendental importancia: el plazo razonable de
detención preventiva. El segundo pleno casatorio fue el 18 de febrero de 2005 (Exp.
3760-2004-AA) y el tercero el 29 de abril de 2005 (Exp. 1150-2004-AA).
Para el año 2008, fecha en la que la Corte Suprema dictó su primer pleno casato-
rio, el Tribunal Constitucional ya llevaba publicados 36 precedentes vinculantes20.
En la actualidad lleva 43. El hecho que en 6 años se hayan dictado 43 precedentes


El pleno casatorio será obligatorio cuando se conozca que otra Sala está interpretando o aplicando
una norma en un sentido determinado.

El texto íntegro de todas las sentencias casatorias y las resoluciones que declaran improcedente
el recurso, se publican obligatoriamente en el diario oficial, aunque no establezcan doctrina
jurisprudencial. La publicación se hace dentro de los sesenta días de expedidas, bajo
responsabilidad”.
17
Fue el 22 de enero de 2008. Casación 1465-2007.
18
El segundo pleno casatorio fue el 23 de octubre de 2008 (Cas. 2229-2008-Lambayeque); el
tercero el 18 de marzo de 2011 (Cas. 4664-2010-Puno); el cuarto el 13 de agosto de 2012 (Cas.
2195-2011-Ucayali); el quinto el 3 de enero de 2013 (Cas. 3189-2012- Lima Norte) y el sexto el 13
de enero de 2013 (Cas. 2402-2013-Lambayeque).
19
Artículo VII.- Precedente.- Las sentencias del Tribunal Constitucional que adquieren la autoridad
de cosa juzgada constituyen precedente vinculante cuando así lo exprese la sentencia, precisando
el extremo de su efecto normativo. Cuando el Tribunal Constitucional resuelva apartándose del
precedente, debe expresar los fundamentos de hecho y de derecho que sustentan la sentencia y
las razones por las cuales se aparta del precedente.
20
En los siguientes casos: STC N.° 2496-2005-HC; STC Nº 2791-2005-AA, STC N.° 2302-2003-AA;
STC N.° 1417-2005-PA; STC Nº 349-2004-PA; STC N.° 1966-2005-HC; STC N.° 0168-2005-PC; STC
N.° 2616-2004-AC; STC N.° 3482-2005-HC; STC N.° 5854-2005-PA; STC N.° 2802-2005-PA; STC
N.° 0206-2005-PA; STC N.° 3361-2004-AA; STC N.° 4677-2004-PA; STC N.° 4227-2005-PA; STC
Nº 0030-2005-AI; STC N.° 4635-2004-PA; STC N.° 1257-2005-HC; STC N.° 2877-2005-PA; STC N.°
5189-2005-PA; STC N.° 3075-2006-PA; STC N.° 3362-2004-PA; STC N.° 1333-2006-PA; STC N.°
9381-2006-PA; STC N.° 7281-2006-PA; STC N.° 4853-2004-PA; STC Nº 6612-2005-AA; STC Nº
10087-2005-AA; STC N.° 0061-2008-PA; STC Nº 5430-2006-PA; STC Nº 4762-2007-AA; STC Nº
2513-2007-PA; STC Nº 04650-2007-AA.
el amparo contra resoluciones judiciales debilita el rol de la Corte Suprema en el Perú 199

vinculantes no es para nada un mérito, sino una muestra por un afanado prota-
gonismo en detrimento muchas veces de las competencias constitucionalmente
atribuidas a la Corte Suprema. No es por ello gratuito que de esos 43 precedentes
vinculantes, diez hayan sido dictados en procesos constitucionales contra resolu-
ciones judiciales21. Entre ellos, hemos tenido procesos de hábeas corpus, amparo
e incluso procesos competenciales.
En los demás casos, la intervención del Tribunal Constitucional se ha dado
para llenar vacíos sobre interpretación de normas que bien pudo resolver la Corte
Suprema, a través del recurso de casación.
Fuera de la pequeña estadística hecha en los párrafos precedentes quedan
los miles de procesos de amparo contra resoluciones judiciales en los que el Tri-
bunal Constitucional, a través de sus Salas, le dice al Poder Judicial en general y
a la Corte Suprema en particular, de qué modo ha violado el derecho al debido
proceso o a la tutela jurisdiccional efectiva, en sus más diversas manifestaciones.
Muchas veces esa ha sido solo la excusa para decirle también cómo interpretar
una específica norma legal.
De este modo, a través de los precedentes vinculantes el Tribunal Constitucio-
nal ha venido a sustituir el rol que le corresponde a la Corte Suprema al unificar
la jurisprudencia. Ese rol, con varios excesos, ha venido siendo cumplido por el
Tribunal Constitucional. La Corte Suprema no ha sabido reaccionar a tiempo ni
con la velocidad necesaria. Pero esta, claro está, no es una competencia, no es
quien llega primero, sino a quien le corresponde llegar. Un sistema constitucional
es uno en el que cada órgano cumple las competencias asignadas respetando los
principios constitucionales y los derechos fundamentales. La Corte Suprema no
lo ha venido haciendo, y el régimen del amparo contra resoluciones judiciales ha
venido debilitando el rol que la Corte Suprema a través de la casación ha debido
cumplir.
En efecto, el sistema constitucional peruano que concibe a una Corte Suprema
como una Corte de Casación implica que la Constitución le reserva a ella el rol de
establecer el modo como debe interpretarse el ordenamiento jurídico en general,
a través de fallos que vayan poco a poco orientando el modo de resolver los di-
versos problemas de interpretación o aplicación de las normas, en función de las
exigencias del caso concreto, de los nuevos retos que la sociedad le va exigiendo
al ordenamiento. Pero esa solución es compleja e integral, pues el sentido de las
normas no debe ser dado concibiéndolas como productos legislativos aislados,
sino como integrantes de un sistema jurídico, que tiene en su vértice a la Consti-
tución. No hay interpretación posible del ordenamiento jurídico que prescinda de
los principios constitucionales. Por ello, el sentido que la Corte Suprema le debe
dar al ordenamiento a través de sus fallos en casación, no debe ser la solución que

STC 3771-2004-HC; STC 1150-2004-AA; STC N.° 2496-2005-HC; STC N.° 1257-2005-HC; STC N.°
21

2877-2005-PA; STC N.° 4853-2004-PA; STC N.° 0061-2008-PA; STC Nº 04650-2007-AA; STC 001-
2010-CC; STC 987-2014-PA.
200 Giovanni Priori Posada

de manera aislada tiene esa norma, sino el sentido que el sistema constitucional
le reclama.
Esa división entonces que a la Corte Suprema le corresponde el control de
la legalidad y al Tribunal Constitucional el de la constitucionalidad que se extrae
de los debates constituyentes, es una artificiosa división que no hace sino inva-
lidar la vigencia que la Constitución debe tener para resolver cualquier tipo de
controversias. La interpretación y análisis de la Constitución no son exclusivas
del Tribunal Constitucional. La Constitución no solo rige para el Tribunal Cons-
titucional, sino para todos.
Un Estado regido bajo el paradigma del Estado constitucional supone que
todos se rigen por la Constitución, todos, incluyendo la Corte Suprema. Es por
ello, que no puede ser comprendido su rol constitucional que debe ser cumplido
a través del recurso de casación, sino es entendiendo que la uniformidad de la
jurisprudencia y la determinación de la correcta interpretación del Derecho deben
ser ejercidas interpretándolo conforme a la Constitución. Ese rol integral se debe
cumplir en cada uno de los procesos judiciales.
Eso no se ha cumplido. Por el contrario, la discusión de constitucionalidad
ha venido siendo reservada al proceso de amparo. Un proceso de amparo que en
ningún caso es conocido por la Corte Suprema. En el régimen procesal peruano
el amparo, medio de discusión de la constitucionalidad de las cosas por excelen-
cia (inclusive de las resoluciones judiciales) no llega a conocimiento de la Corte
Suprema: comienza en el juez especializado, va en apelación a la corte superior y
a través del recurso de agravio llega al Tribunal Constitucional. La Suprema no
tiene voz en el amparo. Pero no solo eso, sino que su voz en los demás procesos
es apagada con el amparo contra resoluciones judiciales.
Recordemos que el Tribunal Constitucional ha ido variando su criterio para
determinar la competencia del amparo contra resoluciones judiciales. De no admi-
tirlo, bajo la vigencia de la Constitución de 1979, a admitirlo restrictivamente (es
decir, solo en casos de afectación al debido proceso o la tutela jurisdiccional efectiva)
hasta admitirlo abiertamente (señalando que procede por afectación de cualquier
derecho constitucional). En estas variaciones ha ido y venido, encontrándonos
hoy en el periodo de una interpretación que yo llamaría de control “restrictivo
flexible”, pues a través del control de la motivación se mete a la interpretación del
resto del ordenamiento jurídico.
Resulta que el control de las decisiones de la Corte Suprema en casación es
sometida al control del juez especializado nuevamente, en apelación va a la corte
superior, y al Tribunal Constitucional llega en última instancia. ¿De qué sirvió la
casación? Lo que finalmente importa es que los ciudadanos saben que luego que
la Corte Suprema resolvió un caso, aun queda la posibilidad de revisar el asunto
en el proceso de amparo contra resoluciones judiciales, cuya competencia es del
juez especializado. Increíble. El Juez especializado controla la constitucionalidad
de las decisiones de la Corte Suprema expedidas en casación. ¿Qué sistema casa-
torio va a funcionar con un incongruente sistema como el que tenemos? Lo que
el amparo contra resoluciones judiciales debilita el rol de la Corte Suprema en el Perú 201

termina ocurriendo es que el Tribunal Constitucional se termina convirtiendo en


el órgano del vértice del sistema de justicia peruano a través de un amparo contra
resoluciones judiciales que tiene la virtualidad de anular las decisiones de la Corte
Suprema expedidas en casación. ¿Quién casa entonces? El Tribunal Constitucional.
Este sistema no puede resistir más. No solo se viola las competencias constitu-
cionalmente asignadas, sino que se viola gravemente el derecho a que los procesos
concluyan en un plazo razonable, a través de multiplicaciones de procesos e impug-
naciones. Concedámosle a la Corte Suprema el rol que la Constitución le asigna.
Concedámosle también al Tribunal Constitucional las importantes funciones que
la Constitución le asigna, pero no superpongamos funciones. Queremos tanto una
Corte Suprema, como un Tribunal Constitucional sólidos, que juntos contribuyan
al fortalecimiento del Estado constitucional y la democracia.

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