ACTUALIDAD DE LA
INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA
EN ESPAÑA II (2019-2020)
CONFERENCIAS IMPARTIDAS EN
EL MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL
ACTUALIDAD DE LA
INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA
EN ESPAÑA II (2019-2020)
CONFERENCIAS IMPARTIDAS EN
EL MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL
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Catálogo general de publicaciones oficiales: https://cpage.mpr.gob.es
Edición 2020
MINISTERIO DE CULTURA
Y DEPORTE
Edita:
© SECRETARÍA GENERAL TÉCNICA
Subdirección General de Atención al Ciudadano,
Documentación y Publicaciones
© De los textos e imágenes: sus autores
NIPO: 822-20-046-4
Índice
PRESENTACIÓN ........................................................................................................................................................ 7
La necrópolis prehistórica de Humanejos (Parla, Madrid) .............................................................................. 9
Rafael Garrido Pena, Raúl Flores Fernández y Ana Mercedes Herrero-Corral
Artesanías evanescentes de la Edad del Hierro en la península ibérica ...................................................... 29
Consuelo Mata Parreño, Lucía Soria Combadiera y Marta Blasco Martín
El complejo arqueológico de Aranbaltza (Barrika, Bizkaia).
Una ventana a las formas de vida de los neandertales fuera de las cuevas
en la región cantábrica .......................................................................................................................................... 47
Joseba Rios-Garaizar, Aixa San Emeterio, Eneko Iriarte, Oriol López-Bultó,
Lee J. Arnold, Laurence Bourguignon, María José Iriarte-Chiapusso,
Carlos Pérez-Garrido, Raquel Piqué, Isidoro Campaña Lozano, Lucía Bermejo Albarrán,
Laura Sánchez-Romero, Martina Demuro, Ana B. Marín-Arroyo, Christelle Lahaye,
Arantza Aranburu, Amaia Arranz, Miriam Cubas, Alfonso Benito-Calvo, Diego Garate,
Asier Gómez-Olivencia e Illuminada Ortega†
Casa Montero (5300-5200 BC): la minería de sílex más antigua
del Mediterráneo occidental ................................................................................................................................. 63
Pedro Díaz-del-Río, Susana Consuegra, Nuria Castañeda, Enrique Capdevila,
Marta Capote, Cristina Criado, Cristina Casas y Aurora Nieto
Novedades arqueológicas del yacimiento de época visigoda de Los Hitos,
Arisgotas (Orgaz, Toledo) ..................................................................................................................................... 83
Jorge Morín de Pablos, Isabel Sánchez Ramos y José Ramón González de la Cal
La ciudadela fenicia. Excavaciones arqueológicas en el Cabezo Pequeño
del Estaño (Guardamar del Segura, Alicante) ................................................................................................... 97
Fernando Prados Martínez, Antonio García Menárguez y Helena Jiménez Vialás
El área palatina de la alcazaba nazarí de Salobreña (Granada) ................................................................... 115
Julio Navarro Palazón y Antonio Orihuela Uzal
Cuidando a los muertos. El ritual funerario de la Cova del Pas
(Menorca, España) ............................................................................................................................................... 137
Josep M.ª Fullola Pericot, Manuel Calvo Trias, M.ª Àngels Petit Mendizábal
y Assumpció Malgosa i Morera
Una gran necrópolis medieval en el Camino de Santiago:
el Cementerio Mayorde Jaca (Huesca) .............................................................................................................. 155
Julia Justes y Rafael Domingo
Nuevas investigaciones en la cueva de Los Casares (Riba de Saelices,
Guadalajara). Un proyecto de estudio integral para un yacimiento clásico
del Paleolítico ibérico .......................................................................................................................................... 169
José Javier Alcolea-González y Manuel Alcaraz-Castaño
Entre dos mares. Los últimos neandertales y los primeros artistas
del yacimiento de Cova Eirós (Lugo, Galicia) ................................................................................................... 185
Arturo de Lombera-Hermida, Xosé Pedro Rodríguez-Álvarez,
Irene Valverde Tejedor y Ramón Fábregas Valcarce
Osma. El desconocido castillo cristiano de la frontera con al-Andalus
en el siglo x. Estudios e intervenciones del Plan Director ............................................................................ 203
Fernando Cobos Guerra y Manuel Retuerce Velasco
Tras las huellas de Julio César: los campos de batalla cesarianos
de Ulia/Montemayor y el hallazgo de un carro de época ibérica ................................................................ 229
Fernando Quesada Sanz y Javier Moralejo Ordax
Los neandertales del Valle del Lozoya* ............................................................................................................. 253
Enrique Baquedano
Arqueología de mínima invasión para el estudio del poblado protohistórico
de Villasviejas del Tamuja (Botija, Cáceres) .................................................................................................... 267
Victorino Mayoral Herrera, Cristina Charro Lobato,
José Angel Salgado Carmona, Carmen Pro Muñoz, Elia Quirós,
María Teresa de Tena, José María Terrón, Teresa Chapa y Javier Vallés
Arqueología digital. Aplicaciones de la inteligencia artificial
para estudiar el pasado ...................................................................................................................................... 285
Juan A. Barceló
Arqueología para un museo vivo. El programa de investigaciones
arqueológicas del Museo y Parque Arqueológico Cueva Pintada (2013-2019) ........................................... 301
Jorge Onrubia Pintado, Carmen Gloria Rodríguez Santana y José Ignacio Sáenz Sagasti
Con pastores y ovejas en la vereda de la neolitización:
una perspectiva integral de las evidencias arqueológicas de la cueva
de Els Trocs (San Feliú de Veri/Bisaurri, Huesca) ........................................................................................... 321
Manuel Rojo-Guerra, Marta Moreno-García, Cristina Tejedor-Rodríguez,
Héctor Arcusa-Magallón, José Ignacio Royo-Guillén, Íñigo García-Martínez de Lagrán,
Rafael Garrido-Pena, Sonia Díaz-Navarro, Leonor Peña-Chocarro, Guillém Pérez-Jordá,
Carlos Pimenta, Alizé Hoffmann, Carlos Tornero, Juan Francisco Gibaja-Bao,
Niccolò Mazzucco, Ignacio Clemente-Conte, Millán Mozota, Eneko Iriarte,
Cristina Valdiosera, Malena Serrano, Jorge H. Calvo y Kurt W. Alt
Almallutx: último asentamiento musulmán de Mallorca .............................................................................. 343
Jaume Deyà Miró y Pablo Galera Pérez
Presentación
En agosto de 2020 vio la luz el volumen del ciclo de conferencias Actualidad de la investigación arqueológica en España I (2018-2019) que recogía unos textos que, si bien partían de las conferencias
celebradas en el Museo Arqueológico Nacional, incluían también novedades que enriquecieron el
contenido de las charlas impartidas.
En octubre de 2019 comenzó el segundo ciclo de conferencias en el MAN, dando a conocer
nuevos proyectos y descubrimientos que se están desarrollando en nuestro país. Planteado igual que
el primero, con un total de treinta y una conferencias que tendrían lugar desde entonces hasta junio
de 2020, la emergencia sanitaria provocada por la Covid-19 obligó a suspender el ciclo desde el 10
de marzo de 2020.
La incuestionable prioridad que supone la salud pública nos privó entonces de las conferencias programadas, pero, afortunadamente, estas se han recuperado y forman parte del III ciclo de
Actualidad de la investigación arqueológica en España III (2020-2021), que en estos días ya está
celebrándose en el Museo.
Como no podía ser de otra manera, incluso más ahora en las actuales circunstancias, nuestro
compromiso de dar la máxima difusión y visibilidad a la actividad arqueológica en España es firme,
y se plasma en la edición de este segundo volumen de conferencias, en el que se recogen las diecinueve que tuvieron lugar antes de declararse la pandemia.
Al igual que en el primer volumen, los autores han tenido la libertad –y han hecho uso de
ella– de aportar novedades y avances en sus investigaciones, que engrandecen las conferencias que
el público pudo disfrutar en su día y que están accesibles en nuestro canal de YouTube.
Andrés Carretero Pérez
Director del Museo Arqueológico Nacional
Osma. El desconocido castillo cristiano de
la frontera con al-Andalus en el siglo x.
Estudios e intervenciones del Plan Director
Osma. The unknown christian castle on
the border with al-Andalus in the 10th century.
Studies and interventions of the Master Plan
Fernando Cobos Guerra (fernandocobosestudio@gmail.com)
Doctor arquitecto
Manuel Retuerce Velasco (manuretu@ucm.es)
Dpto. de Prehistoria, H.ª Antigua y Arqueología, Universidad Complutense de Madrid
Resumen: Se presentan diversos aspectos de la intervención restauradora y arqueológica
realizada en el castillo de Osma (El Burgo de Osma, Soria); una fortaleza que, a pesar de la
importancia que posee, no había sido favorecida por la investigación. Además de varios aspectos desarrollados en su Plan Director, se trata sobre algunas de las estructuras o elementos
que posee, pertenecientes a diferentes cronologías: puertas, torres, recinto amurallado, saeteras, dependencias y hallazgos del interior del recinto, puebla exterior, necrópolis medieval,
barrera y barracones bajomedievales y huecos del siglo XVIII realizados en la muralla para
colocar las cargas con las que se quiso volar el castillo.
Palabras clave: Plan Director. Arqueología medieval. Fortificación medieval. Necrópolis medieval. El Burgo de Osma.
Abstract: Various aspects of the restoration and archaeological intervention carried out in the
Osma Castle (El Burgo de Osma, Soria) are presented; a fortress that, despite its importance,
had not been favoured by research. In addition to various aspects developed in its Master
Plan, it deals with some of the structures or elements it possesses, belonging to different
chronologies: gates, towers, walled enclosure, arrow slits, rooms and finds inside the enclosure, outer village, medieval necropolis, barrier and late medieval barracks and holes in the
18th century made in the wall to place the charges with which the castle was to be blown up.
Keywords: Master Plan. Medieval archaeology. Medieval fortification. Medieval necrópolis.
El Burgo de Osma.
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Fernando Cobos Guerra y Manuel Retuerce Velasco
Osma. El desconocido castillo cristiano de la frontera con al-Andalus en...
1. Situación geográfica y resumen histórico y descriptivo del castillo
El castillo de Osma destaca por ser una de las fortalezas cristianas –en tierras castellanas, aún dentro del
reino de León– más antiguas y mejor conservadas de España. Igualmente, cuenta con una serie de sobresalientes peculiaridades, estructuras y elementos. Destacan sus saeteras buzadas, la torre del Homenaje
–pentagonal, con una muy escasa proyección de su proa–, la cantería de sus torres, la puerta occidental
del recinto principal o sus destacadas marcas de cantero.
Fig. 1. A: Vista desde el oeste del castillo de Osma. B: El castillo de Osma, en primer término, y la atalaya islámica, al fondo,
sobre el cerro de Uxama.
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Osma. El desconocido castillo cristiano de la frontera con al-Andalus en...
Fig. 2. A:
Evolución del
castillo. B:
Plano de las
principales
partes y
estructuras
del castillo.
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Osma. El desconocido castillo cristiano de la frontera con al-Andalus en...
Se ubica en una peña, en la confluencia de los ríos Abión y Ucero (fig. 1A), frente al cerro escarpado donde se localizan las ruinas de la ciudad celtibérica y romana de Uxama y dominando el
llano de El Burgo de Osma y la ciudad de Osma (Soria), situadas en las márgenes izquierda y derecha
respectivamente del río Ucero. Está formado por varios recintos: el principal, en la parte más alta del
peñón, ya ocupado en la Edad del Bronce, donde se conservan los restos y estructuras más sobresalientes de época medieval, y sucesivas ampliaciones, que incluyen varios barracones, al noreste, una
barrera, al este y sur, y una puebla, al oeste. Por su posición, el castillo fue fundamental en la historia
de la frontera del Duero durante la Alta Edad Media, pues estuvo en la primera línea de defensa del
reino de León y después de Castilla frente al poder musulmán del emirato y califato de Córdoba,
entre los siglos X y XI, y hasta la caída de Medinaceli en manos cristianas en 1104.
En el 912 se documenta la puebla de Osma por Gonzalo Téllez, conde de Lantarón. Aunque
cabría pensar que lo haría sobre las ruinas de la antigua Uxama, las evidencias arqueológicas hacen
pensar que se ubicara en el cerro del castillo de Osma, y que este se fortificara.
Hacia 933, tras producirse una primera derrota de las tropas musulmanas del califato de Córdoba en las cercanías del cerro de Osma, Ramiro II de León refortificó la posición –la mayor parte
de lo que hoy resta del castillo se atribuye a esta acción–. La importancia estratégica de la posición
fue incrementándose tras la derrota de Abderramán III, durante su fracasada expedición a tierras del
Duero del 939. El poder musulmán reaccionó enseguida, recuperando y fortificando Gormaz. Tras
ello, durante casi cincuenta años (934-989), el castillo de Osma fue la principal defensa del reino de
León en sus tierras más orientales y, sin duda, su posición fue la más expuesta a cualquier ataque de
las tropas andalusíes.
La obra de Ramiro II se adosó a las defensas precedentes, estando realizada con gruesa mampostería, incorporando numerosos y buenos materiales romanos traídos de la antigua Uxama, y
labrando sillares con grandes marcas de cantero que se pusieron en esquinas, puertas y saeteras. El
castillo alto tenía cuatro torres –las dos preexistentes y otras dos nuevas: una de ellas, pentagonal en
proa– y dos puertas, al sur y al norte, que respectivamente permitían bajar a los ríos Ucero y Avión.
En el 989, Osma pasó a manos musulmanas con Almanzor. Sucesivamente, cayeron las cercanas San Esteban y Clunia, en el 994, y en el siguiente, el conde castellano Garci Fernández moriría
en Alcozar. Almanzor repoblaría la zona conquistada y refortificaría el castillo, siendo probablemente
obra suya la torre SO que mira a Uxama. En el 1011, Osma pasó definitivamente a manos cristianas.
En 1129 fue el último bastión castellano de las campañas de Alfonso VII contra Alfonso I de
Aragón. El posterior periodo de tranquilidad en estas tierras favoreció el crecimiento de El Burgo de
Osma, dando lugar a varias disputas del obispado de Osma por la posesión del castillo, que perdurarían a lo largo de toda la Edad Media. A inicios del siglo XIV, se produjeron varios enfrentamientos
nobiliarios, viéndose implicado en ellos el castillo.
En el siglo XVI, dio comienzo el rápido declive del edificio, al perder tanto su valor estratégico
como poblacional y, definitivamente, el siglo XVIII representó el comienzo de la destrucción y expolio
del castillo de Osma y de sus materiales.
2. Fundamentos del Plan Director
2.1. Diagrama estratigráfico a partir de los sistemas defensivos: a partir del análisis de un
territorio y sobre todo del estudio de la disposición de las fortificaciones en ese espacio –la
estratigrafía de los distintos sistemas de fortificación–, se reconocen distintos modelos de ocupación. Como ejemplos, a veces, en un mismo territorio, enclaves localizados en una posición
próxima se sitúan en cerros opuestos, correspondiéndose cada uno de ellos con distintos
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periodos de ocupación –un ejemplo de ello son el castillo de Osma y la atalaya islámica, al
otro lado del río Ucero, sobre el cerro de la antigua Uxama, que actuó como un padrastro
andalusí sobre la fortaleza– (fig. 1B). En otras ocasiones, hay lugares que a lo largo de todos
los periodos mantuvieron un papel destacado, siempre ocupando una misma posición; son
los que hemos denominado «lugares jalón». Todos ellos, junto a más ejemplos, nos permiten
comprender a través de una estratigrafía real la relación que existe entre los distintos sistemas
defensivos territoriales (Cobos; Retuerce, y Hervás, 2001; Cobos, y Retuerce, 2011; Retuerce,
y Cobos, 2017).
Uno de los factores más interesantes del castillo de Osma es su asiento sobre una peña
de muy difícil acceso, por lo que el castillo fue prácticamente desconocido antes de este Plan
Director. La restauración del castillo comenzó en 2006. Gracias a su Plan Director se empezó
a releer el monumento, comenzando a entenderse el verdadero valor y significado histórico
que tenía la fortaleza. Aunque había sido estudiada en otras ocasiones, nunca había sido
analizada de forma íntegra. Al enfrentarnos al desarrollo del Plan Director, debido a la existencia de muy pocos estudios previos, surgieron muchas dudas. Una de las primeras, y muy
importante, era la de si había que considerarlo en su construcción como un edificio cristiano
o bien como islámico.
2.2. Primeros pasos: el análisis estratigráfico general documentó un castillo extraordinario que,
sin embargo, guardaba algunas sorpresas. La principal y más interesante era que la estructura
que se reconocía como castillo se adosaba a otra previa, que había desaparecido. La fortaleza
principal se adosaba al menos a dos torres anteriores y a un muro, de los que ya no existían
restos. Este primer recinto (Osma 1) se correspondía con las torres que habían desaparecido,
y era el que posiblemente construyó el conde de Castilla.
En la catedral de El Burgo de Osma se encuentran dibujos de los siglos XVI–XVII, e incluso un mural del XIX, donde se dibujaban dos torres más en el conjunto. Como hipótesis para
la pervivencia de los restos actuales, pero no de los que se consideraron que eran parte de
«Osma 1», se planteó que estas torres se hubieran construido tal y como hacían los bizantinos
en sus fortificaciones: apilando sillares romanos, sin argamasas y uno encima de otro. Con
posterioridad (siglo XVIII), fueron grandes montones de sillares romanos los que se utilizarían
para la construcción del campanario de la catedral de Osma. Se planteó así una hipótesis del
que podría haber sido el primer recinto condal, mitad de tapial y mitad levantado con piedras
romanas traídas de la antigua Uxama (fig. 2A). Por tanto, lo que hoy día se conserva es el segundo recinto; es decir, la construcción de Ramiro II, la del castillo que resistió a Abderramán
III a mediados del siglo X.
A partir de la lectura de los paramentos del castillo, y este es uno de los grandes valores
del monumento, se diferencian sus etapas constructivas: desde el castillo primitivo, el de Ramiro II hasta los forros irrelevantes que se suceden. Se ve un forro con un aparejo que recuerda
a otras obras atribuidas a Almanzor en la provincia de Soria, y que se adosó a la fábrica del
primer recinto condal. También se distingue un relevante con mampostería encofrada que
recuerda a fábricas que aparecen en otros lugares de Soria, y que corresponden a la época
de Fernando I. A partir de estos datos, se definió una teoría inicial que permitió comenzar la
intervención en el castillo.
Un elemento extraordinario de la fortaleza son unas cámaras de tiro situadas en la parte
baja de los muros, que presentan un tipo de saetera inédita en España (fig. 4). Paralelos de ellas
solo se encuentran mucho después en un modelo parecido que existe en Tierra Santa durante
la Primera Cruzada. Estas cámaras se podían ver por el exterior del edificio, pero no por el
interior; estaban conformadas por una abertura muy estrecha y un canal de disparo a través del
cual salía la flecha, orientado según la pendiente del cerro. La existencia de saeteras a una cota
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Fig. 3. Diferentes alzados del castillo de Osma.
baja en una fortaleza respondería a la falta de confianza para proteger las almenas en caso de
ataque, y así poder asegurar la defensa del pie de la peña. El hecho de que estuvieran preparadas para no poder ser embocadas por el enemigo, mediante un sistema tan riguroso, implica
que se esperaba un potencial ataque por parte de un ejército numeroso –quizás, las tropas de
Abderramán III, quien, según algunas crónicas, tenía en torno a 5000-7000 arqueros–. Es decir,
la fortaleza de Osma se diseñó para poder defenderse ante un poder atípico en la península,
salvo por parte del califato.
Dichas saeteras, tapadas en la Baja Edad Media y que encontramos completamente ocultas, responden a una tipología absolutamente extraña y original, y constituye uno de los elementos clave en el desarrollo y entendimiento de una fortaleza como la de Osma, que, en su
momento, sería un hito tecnológico de la defensa cristiana del reino frente al islam.
2.3. La excavación arqueológica: tras la relectura del monumento se llevaron a cabo diversas acciones, que se realizaron en dos fases, con una diferencia entre ellas de hasta diez años.
Entre 2010 y 2011 se realizaron unas primeras obras de consolidación de los elementos más urgentes, que consistieron básicamente en recalzar las esquinas donde habían sido
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Fig. 4. A: Cámaras de disparo al interior del castillo, una vez quitados los rellenos de escombros bajomedievales y detalle de
ellas de su interior. B: Saetera por el frente exterior. C: Detalle de una saetera y de su estribo inferior, enmarcada por un sillar
con una marca de cantero.
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robados la mayor parte de los sillares y realizar una excavación de todo el cuerpo superior,
al interior del recinto principal. Esta excavación, junto con las de la etapa posterior, permitió
describir un proceso evolutivo en la fortaleza muy interesante.
Primera fase (2010–2011): en el interior del recinto alto del castillo, empleándose medios
mecánicos en primera instancia y después medios manuales, siempre con un arqueólogo
controlando cada proceso:
– Labores de limpieza generales y en el adarve, más trabajos de detalle, excavación y limpieza, en puntos claves. La limpieza de la ladera supuso el movimiento de hasta 4 m de
escombros, de derrumbes producidos desde lo alto del castillo. Fue durante este proceso,
ya durante la segunda fase de los trabajos (2017-2019), cuando se descubrió la existencia
de una necrópolis plenomedieval.
– Labores de control y seguimiento de obra.
– Estudio de paramentos: proceso de estudio de marcas de canteros y los embutidos de
piezas romanas que había dentro de la obra durante su pertenencia al reino de León.
– Toma de muestras de maderos que sostenían elementos de obra o forjados del interior del
castillo, de los cuales posteriormente se hicieron análisis.
Se documentaron con precisión los emplazamientos donde se situaban las dos torres condales que posteriormente desaparecieron. Estaban hechas con piedras romanas de la antigua
Uxama, que fueron apiladas sin argamasa, lo que facilitó que después pudieran ser reaprovechadas en el siglo XVIII.
El recinto durante el periodo condal se vislumbra gracias al tratamiento de la roca en
algunos sectores, la cual nos está hablando de que existió algo previo. Donde se había
planteado la hipótesis de la existencia de otro sistema de defensa se encontraron restos
de roca retallada. De la ubicación de estos elementos fortificados no quedaba ningún
resto más allá de los retalles en la piedra de la peña. En la propia excavación se encontraron in situ restos de la fortificación condal, que en el siglo XVIII se desmontó para
construir el campanario de la catedral: primero desmontaron la torre que había en la
esquina SO, y una vez finalizada la labor, procedieron a demoler la torre situada en la
cresta más alta; y, rodando, saldrían las piezas por el hueco conformado por el derribo
de la primera torre.
Se documentó con precisión todo el sistema de construcción de la época de Ramiro II.
La excavación permitió descubrir por el interior del castillo las bocas de las cámaras de
tiro que habían sido tapadas a principios del siglo XIV. Gracias a la recuperación de estos
elementos, se entendieron los procesos de añadido que se produjeron después del castillo de Ramiro II. El más interesante, el forro de una de las torres condales que, por su
aparejo, fue realizado en época de Almanzor, y que después fue relevantado en época de
Fernando I, construyéndose un almenaje que remató toda la estructura. Este almenaje o
relevante del rey castellano se diferencia claramente en el estudio de los paramentos del
muro oeste. Se pudo documentar la existencia de dos niveles, el de época de Ramiro II y
el de Fernando I. Se pudo ver al limpiar los escombros adheridos a las defensas al interior
del adarve del castillo. Así, existe una primitiva línea de saeteras con sillarejos, y después
un relevante y otra línea de saeteras en la parte superior, con mampostería (fig. 5). Es
decir, dos momentos de fortificación. También se documentó cómo, en el siglo XIII-XIV, se
terraplenó el interior de la fortaleza para construir dependencias episcopales, almacenes
y cuarteles, a raíz de las guerras con Aragón y contra los infantes de la Cerda.
En la Baja Edad Media, la necesidad del episcopado de convertir en una residencia o almacenes esta parte del castillo hizo que se rellenase de escombros el interior del recinto,
unos procedentes del propio castillo y otros traídos de diferentes lugares. Fue un relleno
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Fig. 5: Imágenes del estudio de paramentos en el lado sur. Parte superior (filas superior y central), el relevante del almenaje
por el interior (arriba y debajo, derecha) y el exterior (debajo, izquierda). Parte inferior, las distintas obras realizadas a lo largo
de su historia; cuatro obras de distintos momentos: la condal y real (en rojo), la de Almanzor (en azul) y seguramente la de
Fernando I (en verde).
producido con materiales de varias épocas, en su mayoría del siglo XIV. Esto derivó en
la ocultación del nivel de las saeteras de la fortificación real (fig. 4A). Sobre este nivel
superior se construyó una serie de edificios, que se conservaron en bastante mal estado
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debido a remociones de épocas posteriores. El que se ha conservado mejor es el situado
en la parte alta, del que quedan indicios de su planta superior en toda una línea de mechinales realizados sobre el muro alto medieval de la fortaleza de Ramiro II. En la cota
más alta, se hallaría el edificio principal episcopal, y a un nivel algo inferior, la galería
del edificio. A partir de este nivel, allanaron el terreno hasta tapar las saeteras. Tras la
eliminación de los escombros en la actual obra, se crearon una serie de caminos que han
permitido pisar dos niveles de uso de dos momentos históricos: el de los almacenes del
siglo XIV y el inferior, donde se hallan las saeteras, del siglo X (fig. 4A).
En la primera fase de la excavación arqueológica, dentro de los edificios del siglo XIV, se
documentó también un tipo de construcción muy interesante y con una característica estratigráfica sorprendente. Al principio se planteó la hipótesis de que fueran dependencias
domésticas del obispo, pero, en realidad, su dominio era muy teórico, ya que muchos
castillos eran fortalezas reales asociadas a la reina María de Molina en su lucha contra los
infantes de la Cerda.
La existencia de unos cortes en la fábrica de piedra que aparecen a modo de basa remite
a otro edificio situado en el alcázar del castillo de Gormaz, donde también se conservan unas marcas de la madera embutida en la piedra. Hay jabalcones que atraviesan la
fábrica y restos de escaleras que indican claramente que la piedra se colocó después
que la escalera. Por tanto, tanto el de Osma como el de Gormaz son unos edificios muy
interesantes, que nos remiten a la construcción de grandes almacenes de guerra (quizás,
armerías), fundamentalmente de madera, que, en un momento determinado, por motivos
de seguridad, se enladrillaron. Es decir, se forraron literalmente de piedra sin desmontar
la estructura previa de madera del interior. Por lo tanto, lo que conservamos ahora es
el forro de piedra de estos almacenes de madera. La explicación para que esto suceda
en ambos castillos es porque ambos fueron utilizados como cuarteles; un hecho que
también explica ese terraplenado general realizado para poder así obtener suficiente espacio donde poder establecer barracones militares, ocultando de este modo los sistemas
defensivos del siglo X.
Se documentaron, tanto a raíz de textos como desde la arqueología, la presencia de unas
minas realizadas durante la guerra de Sucesión española. Se debió a que los partidarios
de los Borbones, en ese momento, creyeron que los austracistas estaban a punto de llegar
a El Burgo de Osma y planearon volar el castillo; finalmente, las tropas del pretendiente
no llegaron y por tanto no se produjo la voladura del castillo. Las minas se corresponden
con las típicas del siglo XVIII: unas perforaciones bajas realizadas en el muro con una galería de mina perpendicular.
La excavación también puso de manifiesto que cuando se desmontaron las dos torres para
construir el campanario de la catedral, en el siglo XVIII, hubo un momento en que ya no se
necesitaban más piedras, y aquellas que ya habían sido desmontadas quedaron apiladas
en el castillo a la espera de ser trasladadas a otro lugar; hecho que nunca se produjo.
Segunda fase (2017–2019): las obras realizadas consistieron en la consolidación de los muros
del recinto principal, más la excavación y desescombro de los espacios interiores, al igual
que la consolidación de los muros de la barrera sur y de parte del tramo de la muralla
urbana por el frente norte. La actuación se dividió en cuatro áreas, facilitando así la organización y encuadramiento de los hallazgos: área 1: a intramuros del castillo. Área 2:
espacio junto a la barrera sur. En el extremo exterior de esta zona fue donde se encontró
una necrópolis. Área 3: zona donde se planteaba la existencia de una puebla; posteriormente, se vio que debido al terreno rocoso que allí existía era imposible que hubiese
habido una puebla de gente habitando en esa zona concreta. En el espacio inmediato a
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la muralla, sí que se descubrió un acuartelamiento de barracones. Área 4: fortificación
en torno a un pozo abierto en el terreno natural y existencia de muros y restos bastante
afectados por la escorrentía debido a la diferencia de cotas.
Junto a la barrera sur se planteó una actuación en la que se vio que había un desnivel
de hasta 15 m de diferencia. Se realizó un control arqueológico y de limpieza, con el fin
de restaurar la barrera del siglo XIV. Tras el desescombro apareció una necrópolis plenomedieval que se correspondería con los habitantes de la puebla, que se enterraron fuera
del recinto, puesto que la barrera existente es una construcción del siglo XIV, posterior al
propio cementerio.
También, en la vertiente del río Avión, en el área 3, se limpió y retiraron todos los escombros y maleza que había hasta la coronación de la muralla. Tras ello, descubrieron
acuartelamientos construidos en las guerras del siglo XIV, que aparecieron muy arrasados.
Se reconoce su tipología como barracones y no doméstica, pues en un extremo aparecieron unas letrinas comunales, de las cuales se pueden ver sus desagües.
El desescombro de la barrera occidental supuso quitar toneladas de tierra que tapaban
los muros por el interior y que habían provocado el derrumbamiento de estos, pues no
pudieron resistir los grandes empujes que sufrieron. Al desescombro se añadió la apertura
de las salidas originales de agua –las atarjeas que sacarían esta–, de forma que el empuje
del agua y de las tierras ha desaparecido. También se ejecutó la reposición de parte de los
muros caídos, especialmente de aquellos que habían perdido el chapado exterior.
Como criterio general de la intervención restauradora, con el fin de dar volumen a los
paramentos del recinto más antiguo del castillo, hechos desaparecer en el siglo XVIII para
construir el campanario de la catedral de El Burgo de Osma, se recrearon en madera;
sin alcanzar la altura original, se recuperó su ancho, que se reaprovechó para disponer
los peldaños para facilitar el acceso a los visitantes a la posición donde en su momento
estaría la torre superior, situada en el crestón rocoso.
3. Principales estructuras y elementos del castillo de Osma
3.1. Las puertas de acceso: las puertas del castillo, en número de dos, pudieron presentar tanto
arcos de herradura, siguiendo la tradición visigótica-mozárabe, semejante a la coetánea torre
condal de Covarrubias (Burgos), como tener arcos de medio punto, siguiendo la corriente asturiana. Ambas soluciones son perfectamente posibles en una obra cristiana del siglo X, por
lo que en la restauración se prefirió no inclinarnos por ninguna de ellas y no reconstruir el
arco de cierre.
En el frente oeste se abre el principal acceso al recinto alto del castillo de Osma, pero no
es el único, pues en la muralla oriental se abre un portillo (fig. 2B). La puerta principal se sitúa
en la parte media y más avanzada del frente occidental de la muralla, que en esta zona carece
de torres, a excepción de las que forman parte de la estructura de la propia puerta. Consiste en
un arco de entrada y dos pequeñas torres de flanqueo cuadrangulares de escasa proyección, a
modo de contrafuertes de enmarque, que soportaban un antepecho y una buhera (figs. 7A y B).
Se trata, pues, de un elemento tanto defensivo como monumental.
Su cimentación, como sucede en el resto de la muralla del recinto principal, apoya
directamente en la roca del cerro, sin tener fosa de cimentación previa. Se sitúa sobre pronunciada pendiente y se enmarca con jambas con doble mocheta, tanto al interior como al
exterior. La luz del vano, contando las mochetas, es de 1,90 m, y sin ellas, de 2,30 m, lo que
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Fig. 6. Imágenes del estado final de la restauración del castillo.
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Fig. 7. Puerta principal. Exterior; A: Durante el proceso de excavación. B: Una vez acabada la intervención. Interior.
C: Desagüe abierto en la roca, en la zona del umbral. D: Detalle del suelo y del banco corrido labrado en la roca.
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daría lugar a una puerta exterior de doble hoja. No se han hallado in situ las correspondientes quicialeras, quizás debido a una posterior reforma y al robo de materiales. La cota de
uso original, de la que nada quedó, estuvo determinada por el nivel de la roca junto a las
mochetas interiores, pues debía permitir la apertura de la doble hoja, por lo que se situaría a
un máximo de 40 cm más baja que la establecida por la posterior reforma. De este modo, el
hueco de la tranca situado en la jamba sur estaría cerca de 1 m por encima del umbral, del
que no conocemos su composición. A pesar de haber contado con una menor cota de acceso,
siempre existió una notable diferencia entre esta y el nivel de uso al exterior de la puerta –en
torno al metro–, aportando gran monumentalidad a la entrada del recinto, aunque suponía un
problema defensivo y de accesibilidad, que debió solventarse por medio de alguna estructura
de madera, que además ofrecería la posibilidad de su desmonte en caso de ataque (fig. 7B).
Al interior, ya traspasada la puerta, tallada en la roca, se documentó un desagüe (fig. 7C) y un
asiento corrido del que sería el cuerpo de guardia (fig. 7D). Además, cuenta con la peculiaridad de que, salvo la parte inferior de la misma, está formada por sillares y piezas de cantería
perfectamente trabajadas y de idéntica calidad a las del resto del alzado.
Todo el conjunto forma parte de la obra general del recinto alto del castillo, que se data
en época de Ramiro II de León. Al poseer una serie de rasgos y ciertas similitudes con la puerta
monumental de época califal del vecino castillo de Gormaz, sería un posible y muy próximo
antecedente de esta.
3.2. La torre pentagonal en proa y el frente sur: en época de Ramiro II se levantó un nuevo
recinto, en el que se volvieron a reaprovechar piedras romanas traídas de Uxama. En él, destaca la construcción de una torre pentagonal en proa, donde se localizan muchos sillares con
marcas de cantero. En total, en todo el castillo, se han identificado 224 marcas (fig. 4C).
Al igual que las torres situadas en sus extremos (torres pentagonal y suroeste), la muralla sur del recinto conservó prácticamente la totalidad de su alzado original (figs. 5 y 8). Tras
las obras de restauración, se vio cómo el adarve original respetó la pendiente, producto de la
adaptación de la muralla al terreno, que se muestra escalonada, unas veces con escalones sencillos y otras a modo de pequeña escalera. Además, conserva un pequeño tramo del parapeto
original en el que se conserva una pequeña saetera a baja altura. El parapeto fue recrecido
posteriormente en, al menos, dos ocasiones y con él su cota de adarve. En todo el frente sur
del castillo de Ramiro II se muestran muy bien varias de las fases constructivas, con sillares
reaprovechados romanos de la vecina Uxama (figs. 5 y 8).
3.3. La torre suroeste: de la toma del castillo por Almanzor, producida en 990, y del período de
ocupación islámica que ello conllevó (hasta 1011), apenas quedaron muestras. Una de ellas
se encuentra en la parte inferior del forro inferior de la torre suroeste del recinto, que en la
documentación escrita del siglo XVIII se conoce como la torre quadrada. Se forró en todo su
alzado: la parte inferior, en época de Almanzor (siglos X-XI), y la superior, con Fernando I
(mediados del siglo XI); ambas, de mampostería encofrada, pero con diferente aparejo, que
en parte aún están en pie.
En ella confluyen las murallas sur y occidental del castillo, de época de Ramiro II. Su
excavación permitió documentar algunos sillares romanos reaprovechados, aún in situ, en la
parte inferior del muro original sur de la torre condal. Gran parte del conjunto fue casi totalmente desmontado en el siglo XVIII, en relación con las obras del campanario de la catedral.
3.4. Saeteras: las labores de restauración del castillo permitieron la total documentación de las saeteras del recinto principal. A pesar de que son uno de los elementos que hacen tan singular la
fortaleza de Osma, hasta ahora habían pasado totalmente desapercibidas (fig. 4A). Todas ellas
forman un conjunto uniforme, pero disperso, por diferentes zonas del castillo.
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Fig. 8. A: Frente sur del exterior del castillo y barrera del siglo xiv. B: misma zona, una vez concluida la intervención.
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Fig. 9. A: Estado actual del interior de la torre suroeste tras su desmonte parcial realizado en el siglo xviii para reaprovechar
sus sillares y, a la vez, para facilitar la salida a más piezas semejantes procedentes del desmonte total de la torre superior
del castillo. B: Conjunto de estructuras que compusieron la torre suroeste del castillo: sillares romanos colocados en época
condal (rojo), Ramiro II de León (naranja), Almanzor (amarillo), Fernando I de Castilla (verde).
Se trata de saeteras bajas con cámara y derrame buzado, que se sitúan, por lo general,
en la parte baja de los muros. Su abertura exterior es extremadamente estrecha, salvo en la
parte inferior, donde se ensancha ligeramente para permitir el disparo (figs. 4B y 4C). Esa ampliación tiene su continuidad al interior de la cámara, a modo de acanaladuras laterales. Este
tipo de saetera es único en el Medievo peninsular, tanto cristiano como islámico, y supone un
sistema defensivo inmune a la destrucción de las almenas por la artillería. Aunque se asemeja
a las saeteras de estribo de influencia cruzada, de finales del siglo XII, su datación en época de
Ramiro II adelanta en muchos siglos a sus gemelas de Tierra Santa. Por ello, cabe pensar que
estas últimas pudieran ser un aporte hispano a la fortificación cruzada y no al contrario, pues
no hay que olvidar que miembros de la nobleza castellana, como fueron los Lara, poseedores
del castillo de Osma, intervinieron en las Cruzadas (Torres, 1999; Sánchez de Mora, 2003).
3.5. Interior del recinto alto del castillo: en peña, en la parte central de la mitad sur del recinto
interior, directamente sobre la roca, se documentaron in situ restos de la Edad del Bronce. Son
materiales cerámicos que quedaron enterrados por los medievales posteriores. También aquí se
localizó una gran grieta natural en la roca que funcionaría como silo de almacenamiento, gracias al sellado con arcilla de las fisuras existentes. Sin embargo, no se conservaron estructuras
asociadas al hallazgo.
De la primera fase del castillo de época condal se conoce el trazado aproximado de
la muralla, que partía del promontorio más elevado del cerro, donde se localizaba una torre.
El recinto bordeaba el cerro hasta la posición que hoy ocupa la torre pentagonal; desde aquí
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Fig. 10. A: Trazado de la torre superior del castillo y del lienzo desaparecido. B: Barracones del siglo xiv,
junto a la barrera, en el escarpe este que da al río Avión.
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doblaba hacia el oeste, formando el cierre sur. De él quedan retalles en la roca que marcan
su trazado; en el ángulo suroeste se encontraba la torre suroeste, ya vista. Un nuevo tramo de
muralla partía desde esta torre hacia el norte formando el cierre oeste del castillo.
La torre cuadrangular (c. 8 x 8 m) que presidía el cerro se levantó tras rebajar la roca en
varios puntos (fig. 10A). A ella se accedía mediante escalones trabajados en la roca y estaba
formada por grandes piedras romanas reutilizadas, similares a las de la torre suroeste del castillo. Como esta, se desmontó en el siglo XVIII para obtener piedra con la que poder realizar la
cimentación del campanario de la catedral. Este hecho se deduce de la documentación escrita
y pictórica, y gracias a los acopios de piedra localizados en la intervención arqueológica, que
se sitúan junto a la cara interior de la muralla oeste del recinto principal.
La excavación completa de todo el espacio al interior de la fortaleza dejó a la vista toda
la roca, que cuenta con gran cantidad de huellas de su uso, realizadas a lo largo de la ocupación del recinto. Hay huecos para postes de planta circular y cuadrangular, rebajes alargados
a modo de pequeños aterrazamientos, retalles verticales, escalones y otras huellas menos
identificables. Su posición evidencia la diacronía de su uso por incompatibilidad, y su gran
cantidad nos demuestra la intensidad y continuidad con la que este espacio, en la ladera a los
pies de la torre pentagonal y hasta la cresta central, fue utilizado, construido y habitado. Este
hecho no es exclusivo de esta zona, sino que se repite en otras áreas, como junto a la muralla
norte de la puebla del castillo. Dentro del conjunto, destaca una pequeña escalera tallada en la
parte central, además de la grieta de la Edad del Bronce mencionada, que en época medieval
siguió utilizándose, pues en su interior se documentaron materiales desde los siglos XII al XIII.
También la existencia de una zona escalonada a modo de gradería, inmediatamente al noroeste del aljibe. Aunque no es posible concretar conjuntos ni determinar estructuras, debido a la
gran cantidad y variedad de retalles y marcas, y a su distribución irregular, queda demostrado
el intenso uso de estos espacios por estructuras y edificaciones, tanto de madera como de
mampostería o de fábrica mixta. E igualmente, que dicho uso se produjo desde momentos
tempranos hasta la Baja Edad Media.
Junto a la torre pentagonal se localiza un aljibe, datado en época bajomedieval. Sin evidencias arqueológicas de que sustituyera a uno previo, es bastante probable que así fuera, pues
no existe ningún otro dentro del recinto. Su planta cuadrangular se adaptó al ángulo formado
por la torre pentagonal y la muralla. Buena parte de su obra se encuentra excavada en la roca,
mientras que el resto de ella se formó con muros perimetrales de mampostería. Al exterior, estos fueron realizados simultáneamente con el aporte de rellenos de nivelación al exterior (lateral norte) o mostrando cara vista que fue posteriormente robada (lateral oeste). Al interior,
toda la obra se remató por una sólida obra de ladrillo y posterior revestimiento hidráulico
con almagra. El fondo es plano, actualmente de roca, y muestra una ligera inclinación hacia
el noreste. No contó con pozos de decantación ni de otros elementos. Su capacidad rondaba
los 25 m³.
En el siglo XIV, el obispo de Osma, propietario del castillo, levantó varias dependencias
dentro del recinto, en la parte más alta de la zona noreste y adosadas a la muralla de Ramiro II.
Al igual que la barrera y los barracones militares de la zona este, deben relacionarse con la
inestabilidad política del momento. En el interior del castillo, entre otros más, quizás con
función de armería o almacén de vituallas, se construyó un gran edificio con galería exterior
(figs. 11A y B). Por la perentoria necesidad de contar con él y las prisas que debieron existir
en el momento de su construcción, todo él fue levantado en madera. Más tarde, quizás por la
importancia táctica que el edificio tendría para el obispado, se decidió mantenerlo y dejarlo
como definitivo, haciendo mejoras en él. Por ello, sin dejar de cumplir la importante función
por la que se había sido levantado, sin querer desmontarlo, sus pilares estructurales se forraron con muros de mampostería.
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Fig. 11. A: Edificio del siglo xiv apoyado en la muralla de Ramiro II, con su galería, desde el SO. B: Vista de la galería y del
edificio del xiv, desde el NO. C: Restos de un individuo en una tumba del tipo B, con la cabeza dentro de una cavidad.
D: Cubierta de tablas de una tumba del tipo B.
Un paralelo de un edificio similar y de la misma época, mucho mejor conservado que el
de Osma, se mantiene perfectamente en todo su alzado en el cercano castillo de Gormaz; en
este caso, posiblemente con la función de armería.
Como todo edificio histórico, el castillo de Osma conoció una larga vida, pasando por
distintas y diferenciadas etapas. Por ello, en cada época, nuevas construcciones se levantaron,
tirando, rompiendo, cortando, tapando, etc. otras anteriores.
3.6. Puebla norte: el asentamiento medieval del cerro no se limita a la fortaleza que se sitúa en la
parte más alta de la peña, sino que comprendía también una puebla que se extendía por el
lado oeste y norte, en la vertiente que da al río Ucero (fig. 2). Cuenta con un recinto amurallado
que desde el castillo baja hasta el río y que, tras bordear todo el cerro, lo remonta para unirse
de nuevo con el castillo; a priori, abarca un amplio espectro temporal medieval. En la inter-
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vención de restauración realizada, por el mal estado en que estaba la muralla de la puebla, se
actuó en el espacio más septentrional, lo que supuso la primera exploración en ella, aportando
una interesante información acerca de su ocupación. Aunque la naturaleza del enclave, por la
inclinación y ausencia de materiales constructivos, favoreció la eliminación de estratigrafías
previas por las nuevas ocupaciones, e incluso de las propias estructuras; la aparición constante
de cerámica, tanto islámica como cristiana, alto y plenomedieval, apunta a una ocupación temprana y prolongada de esta zona.
El sector excavado corresponde al extremo noreste del recinto de la puebla. Destaca
la fortificación del espolón rocoso, al noreste del recinto principal, que, por un doble motivo
estratégico-militar, resultaba casi obligada. En primer lugar, por servir de avance defensivo al
castillo, cubriendo más terreno y evitando la movilidad de un posible enemigo sobre dicho
espolón, que se convertiría así en una base para el atacante; y en segundo lugar, porque protegía una poza natural existente en la roca en ese punto; teniendo en cuenta que no se ha
documentado ningún aljibe del período más antiguo, resultaría esencial para la habitabilidad
del conjunto. Parece que las dos pequeñas torres existentes al exterior de la zona excavada
podrían pertenecer a época islámica.
En cuanto a los espacios habitacionales de la puebla, se localizaron adosados a la
muralla. Adaptados a las muy pronunciadas pendientes, donde la roca aflora en una gran
parte del espacio, tan solo era utilizable una franja de terreno paralela a la muralla con una
anchura variable entre 4 y 10 m. Se identificaron una serie de restos, que evidencian el uso
y adaptación al complicado medio de estructuras domésticas. Como ocurre en el interior del
recinto principal, abundan los orificios para postes y los retalles realizados en la roca para
acomodo de estructuras, que posiblemente fueron mixtas de madera y mampostería, y que
tenían un uso doméstico o de almacenaje, de potencia moderada. Se observaron varias alineaciones cuya distribución resultó difícil de comprender y cuyo único resto material fueron
estos elementos de carácter negativo. En cuanto a su cronología, no se obtuvieron evidencias
ya que todas las estructuras fueron completamente arrasadas en varias ocasiones, lo mismo
que sus restos y posibles depósitos asociados, lo que supuso una reutilización integral del
espacio hasta su base. No obstante, cabe suponer que, si las estructuras defensivas cuentan
con una notable antigüedad, llegando al menos al periodo islámico, las primeras estructuras
y espacios que se sirvieron de este trabajo en la roca pudieron tener una datación similar. Y
aunque hay menos evidencia de solapamientos e incompatibilidades que en el recinto principal, no todas tienen que ser de un único momento histórico. Los muros de mampostería
se localizan al oeste, adosados a la muralla y formando aterrazamientos. Entre todos ellos,
destaca un edificio con planta en «L», del extremo oeste, formado por varios espacios intercomunicados, amplios, que conoció posteriores reedificaciones y reformas. Las estructuras positivas, en ocasiones, se relacionaban con retalles de la roca, dando lugar a nivelaciones previas
del terreno o a utilizar apoyos de poste. Como elemento singular, en el ángulo suroeste del
edificio, se localizó una letrina elevada sobre un macizo de mampostería, cuyo conducto de
desagüe, formado por varias tejas, atraviesa el muro oeste del edificio, evidenciando así un
espacio abierto al otro lado.
3.7. Necrópolis medieval: una amplia e interesante necrópolis medieval cristiana se localizó al
sureste del recinto principal, a los pies de las defensas altas del castillo, a ambos lados de la
barrera del siglo XIV. Anterior, por tanto, a esta, se data entre el siglo XII y dicha centuria (fig. 2).
Por el momento, la necrópolis se extiende a lo largo de más de 50 m, ocupando más
de 350 m² de superficie. Está formada por tres conjuntos diferenciados y sin superposición,
en los que los de los extremos (noreste y suroeste) comparten bastantes características y el
tercero, el central, que posee ciertas peculiaridades. En total, se documentaron 28 tumbas,
en las cuales la gran mayoría presentaba un único individuo. En un par de casos, se docu-
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mentaron enterramientos vacíos o tumbas pareadas. A grandes rasgos, se documentan dos
tipos de enterramientos:
– Tipo A: en fosa simple, ajustada al individuo, con planta de bañera y fosa con sección
en «U». Las paredes interiores se forran con mampuestos irregulares de tamaño medio. La fosa
se rellena directamente de tierra. La orientación de las tumbas es irregular, pero con tendencia
NO-SE. El individuo se colocaba en posición dorsal, sin ajuar asociado.
– Tipo B (figs. 11C y D): en fosa amplia y profunda, que en ocasiones excede el tamaño
del individuo. De planta casi rectangular y sección escalonada, mostrando antropomorfismo
mediante la excavación de un hueco en la roca para acoger la cabeza. En varias ocasiones, se
detecta una cubierta de tablas dispuestas transversalmente sobre el escalonamiento, que forman
la cámara mortuoria donde el individuo descansaba en hueco. La fosa sobre la madera, cuando
existe, se rellenaba de tierra. La orientación de las tumbas es irregular, pero con tendencia O-E
y ligera desviación SE. El individuo se colocaba en posición dorsal, sin ajuar asociado.
En lo relativo a los individuos exhumados1, existe un alto grado de dimorfismo sexual en
cuanto a su altura, con una diferencia de casi 20 cms entre sexos: la estatura de los hombres se
sitúa en torno a 1,70 m, mientras que la de las mujeres está en 1,50 m. En la robustez, se muestra un importante abanico de profesiones o quehaceres habituales, tanto en mujeres como en
hombres: desde mujeres que desarrollaron una importante actividad relacionada con caminatas
en terrenos irregulares (mujeres maduras, entre 40 y 59 años) y otras tareas de manipulación
doméstico en su quehacer laboral habitual (signos de acuclillamiento). Es muy frecuente la artrosis, unida a evidencias de una importante exigencia en la columna vertebral, seguramente
debido a la carga de pesos de manera axial (sobre los hombros o la cabeza).
La higiene dental era prácticamente nula desde la niñez, con presencia de sarro en niños
de corta edad; siendo la salud oral muy precaria en todos los tramos de edad representados,
con presencia de caries, periodontitis, abscesos y múltiples pérdidas de dientes ante mortem,
en prácticamente todos los individuos estudiados.
Hay que resaltar un par de patologías: una espina bífida oculta, en una mujer entre 40
y 59 años, y una ligera plagiocefalia en una mujer de entre 25 y 39 años, consistente en una
asimetría en la fusión de la sutura coronal.
3.8. Barrera bajomedieval: las diferentes guerras civiles habidas en Castilla a lo largo del siglo XIV
generaron largos momentos de inestabilidad, trayendo consigo bastante inseguridad en todo el
reino. Por ello, en tierras sorianas, también muy próximas a Aragón, antiguas posiciones militares se volvieron a reocupar por población civil, buscado así un mejor refugio –tal fue el caso
de la antigua fortaleza califal de Gormaz– o se fortificaron y sirvieron también para acantonar
tropas. Fue lo que sucedió en el castillo de Osma, donde el obispo, su propietario, levantó una
barrera y construyó diversas dependencias al interior.
La barrera almenada recorre los frentes este y sur, con el fin de unir el gran espolón
avanzado del NE con la muralla de la antigua puebla, que desde la torre SO del castillo rodeaba todo el promontorio. Para ello, no se dudó en que un largo tramo de la barrera cortara la
necrópolis plenomedieval oriental.
Dicha barrera discurre a una cota muy inferior al escarpe sobre el que se sitúa el recinto
principal (figs. 2, 3 y 5A). La sur reforzó el castillo por su punto más débil, cerrando el espacio
existente entre las defensas del recinto exterior al NE del principal y las de la puebla, al oeste.
1 Datos extraídos del estudio antropológico realizado por el doctor D. Jesús Herrerín López. UAM.
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Atestó contra ambas defensas, demostrando su posterioridad. Cuenta con una longitud de 151 m
y forma una liza en su interior con una superficie practicable de aproximadamente 850 m². En
algún sector mantiene su alzado hasta el adarve e incluso algunos tramos de almenado. En varias zonas se había perdido la cara exterior de la fábrica o se abrieron amplios huecos.
Es una obra uniforme y aparentemente unitaria de carácter defensivo, que muestra un
almenado continuo que se adaptó a las pendientes del terreno de forma natural, con una trayectoria lineal y curvada. Asienta directamente sobre la roca, para lo que, en ocasiones, fue
necesario realizar cajeados como el que destruyó la necrópolis medieval. Cuenta con una fábrica de mampostería irregular trabada con argamasa con bloques irregulares poco trabajados. Su
ancho es de 1,20 m, y su altura media hasta cota del adarve, entre 2 y 2,5 m al interior y sobre
3,5 m al exterior, siempre más almenado. Forma un amplio espacio de liza al interior, con una
anchura de entre 5 y 10 m, delimitado por la misma barrera y la roca del cerro. Posee varias
salidas de agua repartidas regularmente. Al interior, el nivel de uso fue una mezcla de tierra
pisada y el afloramiento rocoso, utilizable solo en parte. Al sur de la torre pentagonal, donde el
espacio era más amplio, se ve con claridad cómo el nivel de uso de tierra se superpuso sobre
las tumbas de la necrópolis. En la mitad este, los niveles de uso desaparecieron casi por completo a causa de la escorrentía y la erosión; tan solo se han detectado pequeñas zonas donde
perduró un nivel de uso a modo de costra de mortero con cal, junto a la cara interior de la muralla. En la mitad oeste, por el contrario, la influencia de los procesos erosivos es mucho menor
y ha permitido una mejor conservación del nivel de tierra asociado a la barrera. En la parte
más al oeste se conservaron algunas estructuras, aunque muy arrasadas, así como retalles en
la roca y cambios de coloración del suelo que evidencian la existencia de estructuras cerradas
a modo de pequeños edificios, bien para uso humano o animal. También una especie de balsa
excavada en la roca que pudo hacer las veces de bebedero para animales.
Las puertas de acceso se localizan cerca de los extremos. Destaca la situada al oeste,
que es la principal y daba acceso a la puerta principal del recinto superior del castillo. Desconociendo cómo era su desarrollo en altura, cuenta con mocheta exterior y una luz de 1,43 m.
Conservaba los restos del cerco de madera para el portón embutido en el suelo. Al interior, se
documentó un pavimento, formado por un mortero de argamasa, y unas salidas de aguas asociadas, además de un muro previo de mampostería arrasado para permitir el tránsito. La rampa
de acceso al castillo bordeaba la peña hacia el NO, formada por la propia roca, pero también
por rellenos de tierra que eran contenidos por estructuras cuya huella, a modo de negativo,
quedó marcada en la piedra. Este recorrido tuvo que pasar por un punto donde la muralla antigua de la puebla discurría en dirección al extremo suroeste del recinto principal; por desgracia,
el estado de arrasamiento de la zona no permitió comprobar si contaba con una puerta o si al
hacerse la barrera bajomedieval se eliminó dicho tramo del recinto de la puebla.
3.9. Barracones bajomedievales: la necesidad de espacios para acantonar una guarnición militar
durante las guerras civiles castellanas de los siglos XIV fue tanta que se aprovecharon zonas que
en principio eran muy poco aptas para tal fin. Así, se produjo en la abrupta ladera este del cerro, donde varios barracones de planta rectangular se levantaron adosados a la nueva barrera,
que por esta parte del promontorio se asomaba al precipicio sobre el Avión (fig. 10B). A pesar
de quedar solo vestigios, merece destacarse el sistema de evacuación de agua del promontorio,
que necesariamente se tuvo que situar bajo sus suelos, con salida al escarpe a través de albañales abiertos en la barrera. E igualmente, la localización de dos pequeñas letrinas en el extremo
más apartado del conjunto, debajo justo del espolón del noreste del peñón.
3.10. Los huecos de la voladura del castillo: en el siglo XVIII, en torno a 1706 o 1707, durante la
guerra de Sucesión española, se intentó la voladura de la muralla occidental del castillo. El plan
se ideó por el obispo de Osma, partidario de Felipe V, para evitar que las tropas favorables
al pretendiente austriaco pudieran servirse del castillo en una supuesta llegada a la zona. Por
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suerte para la fortaleza, dicha acción se frustró al no llegar nunca estas a Osma. De tal plan
dan muestra los grandes orificios abiertos en la base interna de la muralla oeste para la colocación de explosivos (fig. 12), por lo que antes, para que llegar a esa cota, hubo de realizarse
un gran desescombro y movimiento de tierras en el interior del castillo. Más tarde, entre 1739
y 1767, ante la necesidad de materiales para la reedificación de la derruida torre de la catedral
de El Burgo de Osma, varias zonas del castillo sirvieron de cantera según se ha mencionado
en varias ocasiones.
4. Criterios y actuaciones del proyecto de restauración
El proyecto de intervención en el castillo contemplaba conservar los recorridos y hacer visitable el
edificio y restaurar aquellas fábricas que estaban más comprometidas, sin llegar a plantear reconstrucciones. La acción de restauración se centró en los muros del cuerpo interior en los que ya se había
trabajado y en los muros de la barrera exterior que fue desescombrada en la última fase de excavaciones arqueológicas. Como se ha mencionado, la barrera exterior había ido acumulando rellenos
en la parte interior, impidiendo que el agua saliera, y los rellenos la habían empujado, llegando en
algunos casos a derrumbarse la estructura hacia el exterior. Por ello, se buscó recuperar su cota de
uso a lo largo de todo su recorrido y, a la vez, realizar un sistema de contención y de recogida de
aguas que evitara que ese proceso se volviera a producir. En el cuerpo interior se planteó la misma
opción, junto con el remate de las estructuras de fábrica, pero sin rehacer ni almenas ni petos ni
ningún otro elemento formal.
Con las puertas principales de la fortaleza surgía un problema. Se realizó un estudio para tratar
de averiguar si habían tenido arco de herradura o arco de medio punto, y se llegó a la conclusión de
que podía haber sido cualquiera de las dos soluciones. Por tanto, plantear una restauración mediante
una solución estilística específica era una decisión delicada y planteaba problemas, tales como el
condicionamiento de la interpretación posterior que se pudiera realizar de este muro, puesto que,
aunque los arcos de herradura fueron utilizados tanto por cristianos como por andalusíes, poner un
arco de herradura implicaba incentivar su reconocimiento como fortaleza islámica, y al colocarlo
de medio punto podría ser considerado como una falsificación histórica. Por tanto, se optó por una
solución más prudente, que fue recuperar las jambas de las puertas de la muralla, solo hasta la cota
donde tendría que estar el salmer; es decir, hasta la altura donde empezaría el arco, y a partir de
ese nivel consolidar el resto de la ruina mediante microcosidos. De este modo, se ha recuperado la
condición de puerta, pero sin producir malas interpretaciones en los visitantes del castillo. Como dato
adicional, todas las puertas del castillo de Osma tienen doble mocheta. Esto es un dato interesante,
ya que ello sucede en los edificios más antiguos; los edificios románicos ya no tienen doble mocheta,
colocándola solo hacia el exterior.
Un tema interesante fue el de volver a hacer comprensible el edificio. Un conjunto militar al que
además le faltaban dos de sus torres –la superior, en su totalidad, y la SO, en una buena parte–. Por
ello, el proyecto planteaba recuperar los recorridos interiores.
Otro de los problemas que apareció fue que, cuando se excavó, salvo en la parte que está terraplenada, de fines del siglo XIII o principios del XIV, para levantar varias dependencias, el castillo del
siglo X no tenían espacios terraplenados. Cuando se realizó la excavación se descubrió que la roca
había sido trabajada, en algunos casos para hacer escaleras y en otros había muchos huecos. Estos
conformaban cientos de marcas de pilotes de madera de construcciones auxiliares que permitirían
habitar el castillo en su primera fase, antes de realizarse el terraplenado para hacer las edificaciones
de los siglos XIII y XIV. Es decir, vivían colgados en la ladera, lo que se puede vislumbrar gracias a las
marcas de las sucesivas construcciones de ocupación a lo largo de toda la pendiente. Aunque se han
recuperado algunos de los accesos, se prefirió no hacer accesibles los adarves, de forma que se mantuviera su estado de ruina.
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Fig. 12. Orificios realizados en la cara interior del castillo durante la guerra de Sucesión, en el siglo xviii, para
poner las cargas de pólvora con las que se pretendió volarlo.
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La intervención buscó ser respetuosa con la lectura estratigráfica. Los elementos principales de
esta lectura han sido identificados, dibujados y respetados en el rejuntado de las fábricas, de forma
que la lectura pueda seguir siendo posible después de la intervención realizada.
Otro aspecto interesante surgía al plantearse qué hacer con las partes perdidas de los muros y
torres de piedra romana de la fortaleza condal. Se optó por recomponer su traza con una estructura
de madera que sirviera no solo para cerrar el castillo, sino también para permitir entender ese lugar
como parte del sistema defensivo. Se tomó la decisión de rehacer la traza de los muros de las torres
desaparecidas con una estructura de madera con una pasarela del mismo material que respeta escrupulosamente las huellas de apoyo existentes en la roca, y que al mismo tiempo trasladase al visitante la
existencia previa de estas estructuras que en ese momento eran prácticamente irreconocibles (fig. 6).
Por todo ello, la intervención final ha conseguido que el castillo de Osma conserve todos sus
valores documentales, pero, al mismo tiempo, el visitante podrá entenderlos y comprenderlos gracias
a una señalización que se ha colocado explicando los distintos puntos clave. También era importante
dar a entender la enorme trascendencia que la historia de esta fortaleza tiene para comprender un
periodo tan crucial como fue el siglo X.
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Coordinado por Andrés Carretero Pérez y Concha Papí Rodes